Melodías en la Cocina
¡Pero un buen día de septiembre, hace unos
pocos años, todo cambió! Era plena temporada de la sepia en el Mediterráneo y,
mi amigo “Cosco”, se hizo con su barquita a la mar y consiguíó pescar unos magníficos
ejemplares de este molusco cefalópodo. El ritual para celebrarlo consistió en
la elaboración de un “arròs negre” (arroz negro) en el corral de casa Xavi,
otro camarada. Se trata de un plato típico mediterráneo que básicamente
consiste en un arroz seco elaborado con caldo de pescado de roca, un sofrito de
ajo, cebolla y tomate, y aderezado con trocitos de sepia, calamar y gambas. El
color negro se le da utilizando la tinta del calamar como condimento. Se suele
comer solo o acompañado con “All i Oli”, una deliciosa salsa cuyo origen se
remonta a la noche de los tiempos…
Y allí al aire libre, mientras comía aquel estupendo
arrocito empezaron a asaltarme buenos pensamientos gastronómicos: las
tortillitas de patatas que hacía mi abuela, minimalistas, sólo patata pelada
muy fina, huevos, sal y aceite de oliva pero deliciosas, como sólo ella sabía
hacerlas, las habitas fritas con ajitos tiernos y embutido de mi madre, el
potaje con almendra rallada, para que el caldo fuera más espesito, de mi tía
Vicen, el salmorejo y las patatas rellenas de mi suegra, cordobesa ella…
¡Aquello no podía seguir así!! ¡Había que hacer algo urgentemente!!
Me puse manos a
la obra, me documenté, asalté a preguntas sobre “cocina” a mi madre, vi
programas televisivos del omnipresente Carlos Arguiñano, virtuoso de la cocina, leí novelas de Pepe Carvalho, el genial detective
gastrónomo creado por Manuel Vázquez
Montalbán y por fin me atreví. Ahí estaba yo frente a los fogones reglamentarios,
bueno en realidad la “vitro” reglamentaria, un auténtico novato autodidacta dispuesto
a cocinar los mejores platos y…
La verdad es que los principios fueron
difíciles, la faena se amontonaba, lo que me había parecido fácil se volvía difícil: “¡Caray!
ya se me ha olvidado echar sal”, “tengo que pelar las patatas antes de poner el
aceite a calentar”, “¡¡noooo, no puedes aprovechar el aceite del pescado para
freir carne!!”… Parecía que aquello iba
a poder conmigo, era más complicado de lo esperado, ¿Qué hago?, me dije, “tengo
que mantener la calma” y decidí tomármelo con mucha tranquilidad, sin prisas,
porque ya empezaba a intuir que la buena cocina es algo que no sabe de prisas,
el fast dejémoslo para las “famosas”
franquicias. Y además decidí añadir un elemento nuevo en la cocina, una de mis
más grandes pasiones, la música. Empecé a cocinar escuchando mis discos
favoritos y la cosa, poco a poco, ¡empezó a funcionar! Mi querida media naranja
empezaba a cambiar la cara de apuro y aversión, primero por la de sorpresa y
poco a poco por cara de placer ante la comida que yo hacía. Y poco a poco fui
descubriendo un mundo donde la creatividad no tiene límites, donde los sabores
se funden en un magma de sensaciones delicio... Vale, vale, ¡ya me estoy embalando!.
Bueno, descubrí que con un poco de empeño y paciencia, y sobre todo mucha
práctica, uno puede llegar a cocinar y comer decentemente. Además se puede
pasar un rato muy divertido si uno se acompaña, por ejemplo, de una buena cervecita y un buen disco, combinación
que nos servirá además de inspiración a nuestra
creatividad culinaria.
Por ello, en
Sibarismusic hemos decidido abrir esta nueva sección que vamos a bautizar como
“Recetas Musicales”. En ella no nos proponemos dar lecciones de cocina a nadie,
nosotros mismos no pasamos de meros aprendices, sino pasar un ratito divertido
cocinando y escuchando música y de paso sugerirles a ustedes un álbum o disco seleccionado
para acompañar la elaboración de cada plato, por si un día se aburren o no
saben que hacer para comer o para cenar. Y recuerden, mantengan contentos a sus
estómagos, y a sus oídos, porque como decía Pepe Carvalho “La soledad del
ayunante es la peor de las soledades”.
Musical Gourmet
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