Nunca ha sido tarea fácil grabar un segundo disco cuando se han saboreado las mieles del éxito con el primero.
¿Qué hacer? ¿Seguir utilizando la
infalible fórmula empleada anteriormente arriesgándonos, por otro lado, a pecar de
repetitivos, o, por el contrario, cambiar radicalmente de estilo para
coger por sorpresa a los oyentes, pero asumiendo, por otra parte, el
riesgo de perpetrar un incomprendido bodrio de tres pares de narices?.
Quizás en esta disyuntiva se encontraban los miembros del grupo sevillano Triana cuando en febrero de 1977 se encerraron en los estudios Sonoland de Madrid para grabar su segundo disco, “Hijos del agobio”.
Un disco que, al igual que el que escribe estas líneas, es hijo de la transición española.
Pero, vayamos por partes...