Nunca ha sido tarea fácil grabar un segundo disco cuando se han saboreado las mieles del éxito con el primero.
¿Qué hacer? ¿Seguir utilizando la
infalible fórmula empleada anteriormente arriesgándonos, por otro lado, a pecar de
repetitivos, o, por el contrario, cambiar radicalmente de estilo para
coger por sorpresa a los oyentes, pero asumiendo, por otra parte, el
riesgo de perpetrar un incomprendido bodrio de tres pares de narices?.
Quizás en esta disyuntiva se encontraban los miembros del grupo sevillano Triana cuando en febrero de 1977 se encerraron en los estudios Sonoland de Madrid para grabar su segundo disco, “Hijos del agobio”.
Un disco que, al igual que el que escribe estas líneas, es hijo de la transición española.
Dos años antes, Juan José Palacios
(Batería y percusión), Eduardo Rodríguez Rodway (guitarra
flamenca) y Jesús de la Rosa (voz y teclados de todo tipo), junto a
la inestimable ayuda de Antonio Pérez (guitarra eléctrica) y Manolo
Rosa (bajo), habían grabado un disco fundamental en la historia de
la música pop española: “El patio” (1975), el cual sentó las
bases de lo que ahora se conoce como “rock andaluz” o “flamenco
rock”. En cualquier caso, hay que aclarar que el rock andaluz o
flamenco rock no es algo que inventaron Triana, sino que, como la
mayoría de los principales movimientos artísticos, tiene multitud
de padres y abuelos, y es el resultado de una lenta evolución.
Ya a mediados de los años 60
encontramos discos que apuntan en esta dirección, como los primeros
Lp´s de la banda de rock instrumental Los Relámpagos, con temas
como su versión de “Hay quien dice de Jaen”[1965] (leer artículo titulado “Sobran las palabras.Los Relámpagos” incluido en Sibarismusic),
así como el disco grabado en 1966 por el guitarrista navarro
“Sabicas”, junto al músico norteamericano Joe Beck, titulado
“Rock encounter”, en donde ya se mezclaba sin pudor la guitarra
flamenca con otros instrumentos asociados al rock como la guitarra
eléctrica, el bajo o la batería.
En cualquier caso, quizás sería más acertado buscar el origen del "sonido Triana" en las calles de su ciudad
natal.
A finales de los años 60 y principios
de los 70 surgieron en Sevilla una serie de grupos, como Gong
(1967), Nuevos tiempos (1967) o Smash (1968), que se pueden
considerar como el germen de lo que más tarde sería el sonido de
Triana. En la aparición de estos grupos en particular, y del rock
andaluz en general, tuvo un papel fundamental el
intercambio cultural que se dio entre los militares de la base
estadounidense de Morón de la frontera (Sevilla) y los jóvenes
sevillanos. Los primeros se acercaban a los segundos con la intención
de aprender o escuchar flamenco, y los sevillanos, por su parte,
conseguían gracias a este intercambio conocer las últimas novedades
del rock and roll. Este interés por conseguir los mejores discos de
rock se transformaría más tarde en un deseo por imitar los sonidos
que venían del exterior, pero a su manera, montando las primeras
bandas. Tras una primera etapa, a principios de los 60, en la que
grupos como Los Flexor´s o Los Murciélagos basaron su sonido en el
rock and roll clásico, el pop y el r&b británico, aparecieron
más tarde (a finales de la década prodigiosa) otros conjuntos, como
Gong, Nuevos tiempos o Smash, que preferían seguir el camino del
blues o el soul, así como el de artistas como Cream, Traffic o Jimi Hendrix.
Con el paso del tiempo, este rock andaluz primigenio se fue
decantando poco a poco hacia el rock progresivo, evolución que
podemos observar claramente en la historia de la banda que más éxito tuvo y más discos
vendió de las citadas, Smash, que fue de lo mejor que hubo a
principios de los años 70 en nuestro país, grabando discos tan
buenos como su largo “Glorieta de los lotos” (Phillips, 1970).
En 1971 Smash editó el sencillo “El
garrotín/Tangos de ketama”, producido por el prestigioso Alain
Milhaud (uno de los mejores productores que han trabajado en España) en
su sello Bocaccio records. En él el grupo mezclaba, por primera vez en su
carrera, el flamenco con el rock. Este cambio de registro se debió
en gran medida al mánager del grupo Ricardo Pachón, el cual
convenció al guitarrista flamenco Manuel Molina (que más tarde
fundaría otro conjunto clave en la evolución del flamenco, Lole y
Manuel) para que se uniera al grupo. Pese a lo revolucionario de la
fórmula, al líder de la banda, Gualberto García, no le entusiasmó
demasiado el cambio, por lo que abandonó el grupo no mucho más
tarde.
Tras “El garrotín/ Tangos de
ketama” el grupo publicaría “Ni recuerdo, ni olvido” (1972),
un extenso single en el que volvían a añadir elementos del flamenco
a su habitual estilo.
Ese mismo año el bajista y vocalista
del grupo, Julio Matito, dejó el grupo, y los demás decidieron no
seguir adelante.
Pese a la escasa producción
flamenco/rockera de Smash (2 singles), éstos pusieron una semilla
que no tardaría demasiado en dar sus frutos.
En 1972 el grupo Flamenco publicó el
single “Anda jaleo/Corcho con corcho”, el cual seguía la senda
abierta por Smash pero con un estilo propio (rumba, funk), sonando más “flamencos”
y dando mayor protagonismo a los teclados. Entre los componentes del
grupo podíamos encontrar al batería de Smash, Antonio Rodríguez,
que se había unido a Flamenco tras la desaparición del citado
grupo, así como a Manolo Rosa, bajista que había sido miembro de
los históricos Nuevos tiempos y de la segunda alineación del no
menos histórico grupo Gong, que trabajaría más tarde en los discos
de Triana. La calidad del primer single del grupo sería refrendada más tarde por un interesante LP publicado en 1973, “Flamenco”
(reeditado en 2010 por el sello Vinilisssimo), en el que encontramos
canciones tan interesantes como “Algo me va a pasar” (además de
las incluidas en el single grabado anteriormente).
Ese mismo año 1973, una banda llamada
Tabaca, la cual recordaba a Crosby, Stills and Nash por sus excelentes armonías vocales, estaba grabando para el
importante sello CBS. La banda estaba formada, entre
otros, por Jesús de la Rosa y Eduardo Rodríguez Rodway.
Jesús de la Rosa había formado
parte, a finales de los años 60, de uno de los primeros grupos de
rock importantes de la capital sevillana, Nuevos tiempos, en el que
había ejercido de cantante. Tras la desaparición del grupo, a
principios de los 70, había estado aprendiendo a tocar los teclados para recalar más tarde (1973) en la banda Tabaca. Eduardo
Rodríguez, por su parte, había formado parte a principios de los 60
de uno de los grupos pioneros del rock en Sevilla, Los Flexor´s
(1964). Más tarde, y tras probar fortuna en Francia sin demasiado
éxito, había fundado (junto al guitarrista Josele y al
percusionista Luis Moreno) el famoso grupo Los Payos (1967-72),
especialista en grabar rumbas con arreglos modernos, donde había
aportado su arte con la guitarra flamenca en la grabación de singles
tan famosos como “María Isabel”.
En 1972, los miembros del grupo Los Payos fueron ingresados durante unos meses en el hospital psiquiátrico de Carabanchel, acusados de consumo de cannabis. Este incidente, junto con el preocupante descenso en las ventas, provocó finalmente la disolución del grupo ese mismo año. Tras esto, Eduardo montó el grupo Tabaca (1973), junto a Carlos Attias y Emilio Souto.
En 1972, los miembros del grupo Los Payos fueron ingresados durante unos meses en el hospital psiquiátrico de Carabanchel, acusados de consumo de cannabis. Este incidente, junto con el preocupante descenso en las ventas, provocó finalmente la disolución del grupo ese mismo año. Tras esto, Eduardo montó el grupo Tabaca (1973), junto a Carlos Attias y Emilio Souto.
Con esta formación grabaron un primer
single para CBS. No mucho más tarde, Carlos Attias abandonó el grupo, por
desavenencias con Eduardo Rodríguez, provocando la entrada de Jesús de la Rosa (cantante y teclista), con el que grabarían un segundo single. El nuevo disco (“Sería maravilloso/Soy así”) significó un pequeño salto de
calidad con respecto al anterior, pero tampoco se vendió demasiado,
con lo que finalmente la potente discográfica CBS decidió rescindir
el contrato con Tabaca. Tras esto, Jesús y Eduardo decidieron dejar
Madrid y volver a su Sevilla natal, con el pensamiento puesto en un
proyecto mucho más personal.
En 1974 Jesús de la Rosa y Eduardo
Rodríguez Rodway formaron el grupo Triana. A ellos se uniría más
tarde Juan José Palacios, alias “Tele”, batería y percusionista
que había formado parte de algunas de las bandas pioneras del rock
andaluz, como Los soñadores (1968) o Gong (1971), y que conocía a
Eduardo por haber tocado en la banda de acompañamiento de Los Payos.
Por otro lado, también hay que
apuntar que en sus inicios colaboraron con la banda la cantaora Dolores
Montoya y el guitarrista flamenco Manuel Molina (el mismo que había
formado parte de Smash), aunque pronto ambos abandonaron el proyecto
para crear el famoso dúo Lole y Manuel, que daría vida a discos tan
revolucionarios en el mundo del flamenco como "Nuevo día" (1975).
En 1974 Triana pagó de su bolsillo
una sesión en los estudios Kirios de Madrid para grabar su primer
single, “Recuerdos de una noche/Luminosa mañana”. Tras grabar el
citado disco las grandes compañías no hicieron cola a la puerta de
sus casas para ofrecerles un contrato, pero finalmente consiguieron
que el influyente productor y mánager Gonzalo García Pelayo, figura
fundamental en el nacimiento del rock andaluz, les contratara para
grabar en una subsidiaria de la discográfica Movieplay, Gong,
consiguiendo registrar su primer LP en 1975.
El disco, grabado también en los
estudios Kirios de Madrid, lo titularon “El patio”, y tiene como
imagen de portada una ilustración del artista sevillano Máximo
Moreno en la que aparecen los tres componentes del grupo observándonos desde un típico patio andaluz.
Tras realizar innumerables experimentos durante los primeros años de la década de los 70, con
irregular resultado, finalmente se había conseguido la fórmula
perfecta, el disco definitivo del rock andaluz. Un Lp redondo que es
una obra maestra del rock español, y que acabaría influyendo de
manera decisiva en el sonido de la mayoría de los grupos de rock
andaluz o flamenco rock que surgieron a partir de entonces, por no
hablar de su papel en la transformación de otros artistas, como Camarón (escúchese "La leyenda del tiempo").
En “El patio” (1975) el flamenco
se viste de Pink Floyd y King Crimson sin perder su esencia. Las
oníricas historias de amor de Jesús de la Rosa, interpretadas por éste con un estilo que bebe tanto de Camarón como de Greg Lake o Jim
Morrison, son arropadas por el arte flamenco de la guitarra de
Eduardo Rodríguez, el discreto pero preciso bajo de Manolo Rosa (el
anteriormente citado miembro de Flamenco) y la melódica batería
de Tele, que éste golpea a ritmo de bulerías. El lado más
progresivo y experimental del disco lo ponen los modernos y
omnipresentes teclados de Jesús, los originales accesorios de
percusión de Tele (incluído un gong) y las puntuales pero muy
acertadas apariciones de la guitarra eléctrica de Antonio Pérez.
Destacar alguna canción de este
fantástico disco sería un poco injusto, ya que todas son una
delicia y es un trabajo para escuchar de principio a fin, pero no
cabe duda de que “Abre la puerta” o “En el lago” se sitúan
incluso por encima de la media.
En cualquier caso, pese a sus
infinitas virtudes el disco no fue un pelotazo instantáneo. Al no
ser acompañado por una promoción a la altura de su calidad, durante
un tiempo fue un fijo en la sección de ofertas de los grandes
almacenes. Afortunadamente esto no duró demasiado, y poco a poco el boca-oreja acabó situándolo en el lugar que se merecía, convirtiéndolo en un clásico.
Tras este gran triunfo, no hay que ser un genio para sospechar que la grabación del segundo Lp de Triana no fue tarea fácil. El vértigo del segundo disco es un clásico
en la historia del rock, ya que no sólo en el cine se repite la
consabida fórmula de que “segundas partes nunca fueron buenas”.
Afortunadamente, el grupo tampoco erró
el tiro en su segundo intento, e “Hijos del agobio” (1977) es un
disco más que recomendable, con unas letras de máxima actualidad.
El disco fue grabado durante los
primeros tiempos de la transición española, y sus letras destilan
el espíritu de aquella época: sus protagonistas son personas
agobiadas por un claustrofóbico presente, parias en muchos casos,
que necesitan saber y poder elegir, porque se les empaña el futuro
hacia el que les guían personajes que pretenden hablar y opinar por
ellos. Mientras tanto, un rumor nace del silencio, reclamando
libertad. Una libertad que se forja en la lucha que devuelve la
esperanza....
Aunque obviamente, y afortunadamente, la situación de nuestro país poco tiene que ver con la que se vivía en 1977 (aunque la evolución ha sido muy desigual, y ya no tengo muy claro si estamos mejor en todos los aspectos), también hay que señalar que en los últimos tiempos no han sido pocas las voces con cierta
autoridad intelectual que han dado a entender que podríamos estar viviendo una segunda transición española. Quizás sea por esto por lo que
muchas de las letras de “Hijos del agobio” nos parecen tan actuales y
cobran sentido cuando se las relaciona con la situación actual de
nuestro país, hundido en una tremenda crisis que parece eterna y que
se está llevando por delante a la clase media, podrido por una corrupción que ha llevado a una indiferencia
creciente hacia la política y los políticos, y con un nuevo Jefe de Estado tras la abdicación del Rey.
En cualquier caso, también hay que apuntar que
al igual que una interesante historia no crea por sí misma una buena
película, tampoco basta con unas interesantes letras para parir un
buen disco de rock. Hay que decir que el sonido de “Hijos del
agobio” también está repleto de cualidades.
Podríamos decir que los ingredientes
con los que Triana cocinó su segundo disco son similares a los de
“El Patio” (La voz y los teclados de Jesús, la guitarra flamenca
de Eduardo, la percusión de “Tele”, la guitarra eléctrica de
Antonio Pérez y el bajo de Manolo Rosa), pero dispuestos de manera
diferente.
El disco empieza con el tema que
le da título, “Hijos del agobio”. Los absolutos protagonistas
de la canción son la voz y teclados de Jesús y la guitarra eléctrica
de Antonio Pérez, sin menospreciar el gran trabajo a las 4 cuerdas de Manolo Rosa. El ritmo cansino del tema acentúa el mensaje pesimista de la letra: “Dormidos al
tiempo y al amor. /Un largo camino y sin ilusión/ que hay que
recorrer, /que hay que maldecir./ Hijos del agobio y del dolor,/ cien
fuerzas que inundan el corazón/ te separan de ti”. La letra
evoluciona, a medida que se acerca el final, hacia un mensaje de
esperanza en el futuro, pero la música hace que el tono depresivo
general de la canción se mantenga.
El tono desesperanzador de “Hijos
del agobio” contrasta con la vitalidad de “Rumor”, un canto de
esperanza y libertad: “Salen de su pensamiento/ cosas que no quiere
callar.....Se oye un rumor en las esquinas/ que anuncia que va a
llegar/ el día en que todos los hombres/ juntos podrán caminar./ La
guitarra a la mañana /le habló de libertad". A pesar de que en esta
canción los teclados de Jesús y la guitarra eléctrica de Antonio
Pérez vuelven a tener el papel protagonista, esta vez se une a la
fiesta la guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez. Todos ellos,
apoyados por la efectiva sección rítmica de Manolo Rosa (bajo) y
“Tele” (batería/percusión), crean un sonido nuevo que poco o
nada tiene que ver con lo propuesto en “El patio”, su anterior
disco.
Tras “Rumor” encontramos una de
las canciones más “King Crimson” del álbum, “Sentimiento de
amor”, la cual recuerda a algunas de las canciones más famosas de
la banda británica, como “Epitaph” o “In the court of the
Crimson King”. Los teclados de Jesús de la Rosa emulan al
mellotron de Ian McDonald (primer teclista de King Crimson), creando
la atmósfera perfecta para que éste reflexione sobre lo complicado
que es resolver el dilema sobre si seguir hacia delante o mirar hacia
atrás cuando los sentimientos están por medio, apoyado de manera
excepcional por la guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez. En el
momento más experimental de la canción, los teclados de Jesús son
acompañados por la original y metálica percusión de “Tele”, a
los que más tarde se unen la guitarra flamenca de Eduardo y la
batería, creando uno de los mejores momentos del disco.
Pero si hablamos de experimentación no podemos dejar de hablar de “Recuerdos de
Triana”, sin duda la canción más experimental del álbum. Es una canción compuesta por Juan José Palacios (a
diferencia de la mayoría, compuestas por Jesús de la Rosa), en la
que él es el principal protagonista, aunque no él único, aportando
la batería, la original percusión, los efectos especiales y el
moog. Y decimos que no es el único protagonista porque en la parte final del tema aparece la voz de un tal Miguel Ángel
Iglesias, en uno de los momentos más fascinantes y originales que yo
he podido escuchar en un disco de pop-rock.
“Hijos del agobio” se grabó en
una época en la que aún existía cierta ley del silencio, sobre
todo en lo concerniente a ciertos temas políticos e ideológicos. En
“Recuerdos de Triana”, la banda utiliza un original instrumento
para hacer frente a esta “ley del silencio”, el cual recibe el
nombre de “desahogo microfónico”. Como su propio nombre indica,
consiste en que el anteriormente citado Miguel Ángel Iglesias se
pone delante de un micrófono y se “desahoga”, sacando todo lo
que tiene dentro( incluyendo palabras como “ay”, “ozú”,
“corasón”, etc...).
La siguiente canción, “¡Ya está
bien!”, incide en el tema de la falta de libertad de expresión
planteado de manera tan sutil y original en “Recuerdos de Triana”,
pero haciéndolo en este caso de una manera mucho más clara y
directa. Un reivindicativo tema en el que no faltan los omnipresentes y atmosféricos teclados
de Jesús, pero que está montado a partir de la nerviosa batería de
“Tele”, la cual guía a la flamenca, pero potente en este caso,
guitarra de Eduardo, y a la guitarra eléctrica de Antonio. Por encima
de todos ellos se alza, en este caso, la vehemente y sentida
interpretación de Jesús, la cual reclama que alguien le diga la
verdad, porque está harto de escuchar mentiras y de que otras
personas se crean con derecho a opinar por él, “con elegantes
palabras y el gesto duro a la vez”. Jesús reclama su derecho a
elegir ( el mismo año en que se celebraron en España las primeras elecciones generales libres en 41 años).
Casi sin solución de continuidad nos
encontramos con la siguiente canción, “Necesito”.
“Necesito” es sin duda una de las
canciones musicalmente más ricas del disco, y no tiene nada que
envidiar a muchas de las mejores canciones de los más conocidos
conjuntos de rock progresivo. De todos modos, desde el principio el
punteado flamenco de Eduardo deja claro que lo que propone Triana no
es exactamente lo mismo que escuchamos en los discos anglosajones. Tras el punteado, la guitarra eléctrica se
une a la fiesta flamenca, con uno de los mejores trabajos de
Antonio Pérez en todo el disco, acompañadas ambas por los puntuales
resplandores de un luminoso teclado y por el original ritmo de “Tele”
a la batería, en el que adquiere un gran protagonismo el charles,
mientras Jesús reclama su derecho a saber y a ser libre (
“....necesito agarrarme a la cola del viento para poder
volar....”).
En los mejores compases de la canción
los teclados de Jesús vuelven a recuperar su protagonismo, haciendo piruetas en el aire mientras coquetean con la guitarra eléctrica de Antonio Pérez, al mismo tiempo que la guitarra flamenca, el bajo y la batería crean el rail perfecto para que los solos avancen. Rock
progresivo del bueno hecho en nuestro país y con identidad propia.
Aunque para identidad propia la
siguiente canción, “Sr. Troncoso”, sin duda la canción más
“flamenca” del disco ( y la que más gustará a los fans de "El último de la fila"). Jesús de la Rosa deja de lado los teclados y se arma con una guitarra flamenca para hablarnos, con todo el respeto del mundo, sobre un paria, un
perdedor, una persona invisible de ésas a las que nadie suele dedicar canciones. Una persona muy parecida a todas ésas que han
perdido casi todo durante esta terrible crisis que, al contrario de lo que repiten cada día ciertas personas en los medios de comunicación, seguimos padeciendo en España. De
todos modos, la canción deja abierta la puerta de la esperanza:
“...sigues luchando y podrás lograr al fin tu ser.....”
A medida que el tema va llegando a su
fin, éste va cogiendo fuerza y aumentando su tempo progresivamente,
brindando otro de los grandes momentos del disco, con la guitarra
eléctrica haciendo un gran solo mientras es animada por las palmas y
las guitarras flamencas. También es de destacar el sutil sonido de
unas campanas que se extiende por toda la canción en momentos
puntuales y muy acertados.
El broche de oro a un disco tan
interesante como éste lo pone otra gran canción que simboliza un
canto de esperanza, “Del crepúsculo lento nacerá el rocío”. El
intérprete del tema es en este caso el guitarrista Eduardo Rodríguez
Rodway (que también es su autor), el cual canta con una voz tan
flamenca como la guitarra de Enrique Carmona (guitarrista que
colabora realizando la introducción del tema). Una voz
llena de sentimiento que nos habla de esperanza nacida en la lucha.
Tras la introducción de Enrique
Carmona, el gong de “Tele” nos anuncia el comienzo de la canción.
Los primeros compases del tema conservan aún la esencia flamenca,
con la voz y la guitarra de Eduardo. Pero, poco a poco, la canción
va evolucionando hacia terrenos progresivos, con la batería, la
guitarra eléctrica y los teclados trasladándonos hacia enclaves que
recuerdan más a los desvaríos psicodélico-jazzísticos de King Crimson
en “21st century schizoid man” (1969), mientras que, por otra
parte, la guitarra flamenca de Eduardo le da un toque muy original al
conjunto. Puro rock progresivo con raíces hispanas.
Un gran final para un gran disco.
Un disco muy diferente a “El patio”
(1975), con canciones más cortas, mayor protagonismo de los teclados
y la guitarra eléctrica (en detrimento de la guitarra flamenca) y
unas letras mucho más apegadas a la realidad. Pero también un disco
que resiste cualquier comparación con su predecesor y que merece ser
escuchado, porque, desgraciadamente, el agobio claustrofóbico de
“Hijos del agobio” sigue estando de absoluta actualidad.
Pep Vinilo
Fuentes:
-lafonoteca.net
-Domínguez, Salvador; Bienvenido Mr. Rock, SGAE, 2002.
Imágenes:
-Youtube
-Colección particular del autor a partir de las portadas de las reediciones en cd de los discos "El patio" e "Hijos del agobio", de la banda Triana, publicadas en 2002 por Dro East West S.A.
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