Translate

miércoles, 18 de junio de 2014

HIJOS DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA.


   Nunca ha sido tarea fácil grabar un segundo disco cuando se han saboreado las mieles del éxito con el primero.

          ¿Qué hacer? ¿Seguir utilizando la infalible fórmula empleada anteriormente arriesgándonos, por otro lado, a pecar de repetitivos, o, por el contrario, cambiar radicalmente de estilo para coger por sorpresa a los oyentes, pero asumiendo, por otra parte, el riesgo de perpetrar un incomprendido bodrio de tres pares de narices?.     

          Quizás en esta disyuntiva se encontraban los miembros del grupo sevillano Triana cuando en febrero de 1977 se encerraron en los estudios Sonoland de Madrid para grabar su segundo disco, “Hijos del agobio”.
        
    Un disco que, al igual que el que escribe estas líneas, es hijo de la transición española.
  Pero, vayamos por partes...

          Dos años antes, Juan José Palacios (Batería y percusión), Eduardo Rodríguez Rodway (guitarra flamenca) y Jesús de la Rosa (voz y teclados de todo tipo), junto a la inestimable ayuda de Antonio Pérez (guitarra eléctrica) y Manolo Rosa (bajo), habían grabado un disco fundamental en la historia de la música pop española: “El patio” (1975), el cual sentó las bases de lo que ahora se conoce como “rock andaluz” o “flamenco rock”. En cualquier caso, hay que aclarar que el rock andaluz o flamenco rock no es algo que inventaron Triana, sino que, como la mayoría de los principales movimientos artísticos, tiene multitud de padres y abuelos, y es el resultado de una lenta evolución.

          Ya a mediados de los años 60 encontramos discos que apuntan en esta dirección, como los primeros Lp´s de la banda de rock instrumental Los Relámpagos, con temas como su versión de “Hay quien dice de Jaen”[1965] (leer artículo titulado “Sobran las palabras.Los Relámpagos” incluido en Sibarismusic), así como el disco grabado en 1966 por el guitarrista navarro “Sabicas”, junto al músico norteamericano Joe Beck, titulado “Rock encounter”, en donde ya se mezclaba sin pudor la guitarra flamenca con otros instrumentos asociados al rock como la guitarra eléctrica, el bajo o la batería.

 

          En cualquier caso, quizás sería más acertado buscar el origen del "sonido Triana" en las calles de su ciudad natal.

          A finales de los años 60 y principios de los 70 surgieron en Sevilla una serie de grupos, como Gong (1967), Nuevos tiempos (1967) o Smash (1968), que se pueden considerar como el germen de lo que más tarde sería el sonido de Triana. En la aparición de estos grupos en particular, y del rock andaluz en general, tuvo un papel fundamental el intercambio cultural que se dio entre los militares de la base estadounidense de Morón de la frontera (Sevilla) y los jóvenes sevillanos. Los primeros se acercaban a los segundos con la intención de aprender o escuchar flamenco, y los sevillanos, por su parte, conseguían gracias a este intercambio conocer las últimas novedades del rock and roll. Este interés por conseguir los mejores discos de rock se transformaría más tarde en un deseo por imitar los sonidos que venían del exterior, pero a su manera, montando las primeras bandas. Tras una primera etapa, a principios de los 60, en la que grupos como Los Flexor´s o Los Murciélagos basaron su sonido en el rock and roll clásico, el pop y el r&b británico, aparecieron más tarde (a finales de la década prodigiosa) otros conjuntos, como Gong, Nuevos tiempos o Smash, que preferían seguir el camino del blues o el soul, así como el de artistas como Cream, Traffic o Jimi Hendrix. Con el paso del tiempo, este rock andaluz primigenio se fue decantando poco a poco hacia el rock progresivo, evolución que podemos observar claramente en la historia de la banda que más éxito tuvo y más discos vendió de las citadas, Smash, que fue de lo mejor que hubo a principios de los años 70 en nuestro país, grabando discos tan buenos como su largo “Glorieta de los lotos” (Phillips, 1970).

          En 1971 Smash editó el sencillo “El garrotín/Tangos de ketama”, producido por el prestigioso Alain Milhaud (uno de los mejores productores que han trabajado en España) en su sello Bocaccio records. En él el grupo mezclaba, por primera vez en su carrera, el flamenco con el rock. Este cambio de registro se debió en gran medida al mánager del grupo Ricardo Pachón, el cual convenció al guitarrista flamenco Manuel Molina (que más tarde fundaría otro conjunto clave en la evolución del flamenco, Lole y Manuel) para que se uniera al grupo. Pese a lo revolucionario de la fórmula, al líder de la banda, Gualberto García, no le entusiasmó demasiado el cambio, por lo que abandonó el grupo no mucho más tarde.



          Tras “El garrotín/ Tangos de ketama” el grupo publicaría “Ni recuerdo, ni olvido” (1972), un extenso single en el que volvían a añadir elementos del flamenco a su habitual estilo.
Ese mismo año el bajista y vocalista del grupo, Julio Matito, dejó el grupo, y los demás decidieron no seguir adelante.

          Pese a la escasa producción flamenco/rockera de Smash (2 singles), éstos pusieron una semilla que no tardaría demasiado en dar sus frutos.

          En 1972 el grupo Flamenco publicó el single “Anda jaleo/Corcho con corcho”, el cual seguía la senda abierta por Smash pero con un estilo propio (rumba, funk), sonando más “flamencos” y dando mayor protagonismo a los teclados. Entre los componentes del grupo podíamos encontrar al batería de Smash, Antonio Rodríguez, que se había unido a Flamenco tras la desaparición del citado grupo, así como a Manolo Rosa, bajista que había sido miembro de los históricos Nuevos tiempos y de la segunda alineación del no menos histórico grupo Gong, que trabajaría más tarde en los discos de Triana. La calidad del primer single del grupo sería refrendada más tarde por un interesante LP publicado en 1973, “Flamenco” (reeditado en 2010 por el sello Vinilisssimo), en el que encontramos canciones tan interesantes como “Algo me va a pasar” (además de las incluidas en el single grabado anteriormente).



          Ese mismo año 1973, una banda llamada Tabaca, la cual recordaba a Crosby, Stills and Nash por sus excelentes armonías vocales, estaba grabando para el importante sello CBS. La banda estaba formada, entre otros, por Jesús de la Rosa y Eduardo Rodríguez Rodway.

          Jesús de la Rosa había formado parte, a finales de los años 60, de uno de los primeros grupos de rock importantes de la capital sevillana, Nuevos tiempos, en el que había ejercido de cantante. Tras la desaparición del grupo, a principios de los 70, había estado aprendiendo a tocar los teclados para recalar más tarde (1973) en la banda Tabaca. Eduardo Rodríguez, por su parte, había formado parte a principios de los 60 de uno de los grupos pioneros del rock en Sevilla, Los Flexor´s (1964). Más tarde, y tras probar fortuna en Francia sin demasiado éxito, había fundado (junto al guitarrista Josele y al percusionista Luis Moreno) el famoso grupo Los Payos (1967-72), especialista en grabar rumbas con arreglos modernos, donde había aportado su arte con la guitarra flamenca en la grabación de singles tan famosos como “María Isabel”.

          En 1972, los miembros del grupo Los Payos fueron ingresados durante unos meses en el hospital psiquiátrico de Carabanchel, acusados de consumo de cannabis. Este incidente, junto con el preocupante descenso en las ventas, provocó finalmente la disolución del grupo ese mismo año. Tras esto, Eduardo montó el grupo Tabaca (1973), junto a Carlos Attias y Emilio Souto.

          Con esta formación grabaron un primer single para CBS. No mucho más tarde, Carlos Attias abandonó el grupo, por desavenencias con Eduardo Rodríguez, provocando la entrada de Jesús de la Rosa (cantante y teclista), con el que grabarían un segundo single. El nuevo disco (“Sería maravilloso/Soy así”) significó un pequeño salto de calidad con respecto al anterior, pero tampoco se vendió demasiado, con lo que finalmente la potente discográfica CBS decidió rescindir el contrato con Tabaca. Tras esto, Jesús y Eduardo decidieron dejar Madrid y volver a su Sevilla natal, con el pensamiento puesto en un proyecto mucho más personal.



          En 1974 Jesús de la Rosa y Eduardo Rodríguez Rodway formaron el grupo Triana. A ellos se uniría más tarde Juan José Palacios, alias “Tele”, batería y percusionista que había formado parte de algunas de las bandas pioneras del rock andaluz, como Los soñadores (1968) o Gong (1971), y que conocía a Eduardo por haber tocado en la banda de acompañamiento de Los Payos.

          Por otro lado, también hay que apuntar que en sus inicios colaboraron con la banda la cantaora Dolores Montoya y el guitarrista flamenco Manuel Molina (el mismo que había formado parte de Smash), aunque pronto ambos abandonaron el proyecto para crear el famoso dúo Lole y Manuel, que daría vida a discos tan revolucionarios en el mundo del flamenco como "Nuevo día" (1975).



           En 1974 Triana pagó de su bolsillo una sesión en los estudios Kirios de Madrid para grabar su primer single, “Recuerdos de una noche/Luminosa mañana”. Tras grabar el citado disco las grandes compañías no hicieron cola a la puerta de sus casas para ofrecerles un contrato, pero finalmente consiguieron que el influyente productor y mánager Gonzalo García Pelayo, figura fundamental en el nacimiento del rock andaluz, les contratara para grabar en una subsidiaria de la discográfica Movieplay, Gong, consiguiendo registrar su primer LP en 1975.

          El disco, grabado también en los estudios Kirios de Madrid, lo titularon “El patio”, y tiene como imagen de portada una ilustración del artista sevillano Máximo Moreno en la que aparecen los tres componentes del grupo observándonos desde un típico patio andaluz.

          Tras realizar innumerables experimentos durante los primeros años de la década de los 70, con irregular resultado, finalmente se había conseguido la fórmula perfecta, el disco definitivo del rock andaluz. Un Lp redondo que es una obra maestra del rock español, y que acabaría influyendo de manera decisiva en el sonido de la mayoría de los grupos de rock andaluz o flamenco rock que surgieron a partir de entonces, por no hablar de su papel en la transformación de otros artistas, como Camarón (escúchese "La leyenda del tiempo").

          En “El patio” (1975) el flamenco se viste de Pink Floyd y King Crimson sin perder su esencia. Las oníricas historias de amor de Jesús de la Rosa, interpretadas por éste con un estilo que bebe tanto de Camarón como de Greg Lake o Jim Morrison, son arropadas por el arte flamenco de la guitarra de Eduardo Rodríguez, el discreto pero preciso bajo de Manolo Rosa (el anteriormente citado miembro de Flamenco) y la melódica batería de Tele, que éste golpea a ritmo de bulerías. El lado más progresivo y experimental del disco lo ponen los modernos y omnipresentes teclados de Jesús, los originales accesorios de percusión de Tele (incluído un gong) y las puntuales pero muy acertadas apariciones de la guitarra eléctrica de Antonio Pérez.

          Destacar alguna canción de este fantástico disco sería un poco injusto, ya que todas son una delicia y es un trabajo para escuchar de principio a fin, pero no cabe duda de que “Abre la puerta” o “En el lago” se sitúan incluso por encima de la media.



          En cualquier caso, pese a sus infinitas virtudes el disco no fue un pelotazo instantáneo. Al no ser acompañado por una promoción a la altura de su calidad, durante un tiempo fue un fijo en la sección de ofertas de los grandes almacenes. Afortunadamente esto no duró demasiado, y poco a poco el boca-oreja acabó situándolo en el lugar que se merecía, convirtiéndolo en un clásico.

        Tras este gran triunfo, no hay que ser un genio para sospechar que la grabación del segundo Lp de Triana no fue tarea fácil. El vértigo del segundo disco es un clásico en la historia del rock, ya que no sólo en el cine se repite la consabida fórmula de que “segundas partes nunca fueron buenas”.

          Afortunadamente, el grupo tampoco erró el tiro en su segundo intento, e “Hijos del agobio” (1977) es un disco más que recomendable, con unas letras de máxima actualidad.

          El disco fue grabado durante los primeros tiempos de la transición española, y sus letras destilan el espíritu de aquella época: sus protagonistas son personas agobiadas por un claustrofóbico presente, parias en muchos casos, que necesitan saber y poder elegir, porque se les empaña el futuro hacia el que les guían personajes que pretenden hablar y opinar por ellos. Mientras tanto, un rumor nace del silencio, reclamando libertad. Una libertad que se forja en la lucha que devuelve la esperanza....

         Aunque obviamente, y afortunadamente, la situación de nuestro país poco tiene que ver con la que se vivía en 1977 (aunque la evolución ha sido muy desigual, y ya no tengo muy claro si estamos mejor en todos los aspectos), también hay que señalar que en los últimos tiempos no han sido pocas las voces con cierta autoridad intelectual que han dado a entender que podríamos estar viviendo una segunda transición española. Quizás sea por esto por lo que muchas de las letras de “Hijos del agobio” nos parecen tan actuales y cobran sentido cuando se las relaciona con la situación actual de nuestro país, hundido en una tremenda crisis que parece eterna y que se está llevando por delante a la clase media, podrido por una corrupción que ha llevado a una indiferencia creciente hacia la política y los políticos, y con un nuevo Jefe de Estado tras la abdicación del Rey.

          En cualquier caso, también hay que apuntar que al igual que una interesante historia no crea por sí misma una buena película, tampoco basta con unas interesantes letras para parir un buen disco de rock. Hay que decir que el sonido de “Hijos del agobio” también está repleto de cualidades.

          Podríamos decir que los ingredientes con los que Triana cocinó su segundo disco son similares a los de “El Patio” (La voz y los teclados de Jesús, la guitarra flamenca de Eduardo, la percusión de “Tele”, la guitarra eléctrica de Antonio Pérez y el bajo de Manolo Rosa), pero dispuestos de manera diferente.

          El disco empieza con el tema que le da título, “Hijos del agobio”. Los absolutos protagonistas de la canción son la voz y teclados de Jesús y la guitarra eléctrica de Antonio Pérez, sin menospreciar el gran trabajo a las 4 cuerdas de Manolo Rosa. El ritmo cansino del tema acentúa el mensaje pesimista de la letra: “Dormidos al tiempo y al amor. /Un largo camino y sin ilusión/ que hay que recorrer, /que hay que maldecir./ Hijos del agobio y del dolor,/ cien fuerzas que inundan el corazón/ te separan de ti”. La letra evoluciona, a medida que se acerca el final, hacia un mensaje de esperanza en el futuro, pero la música hace que el tono depresivo general de la canción se mantenga.

         El tono desesperanzador de “Hijos del agobio” contrasta con la vitalidad de “Rumor”, un canto de esperanza y libertad: “Salen de su pensamiento/ cosas que no quiere callar.....Se oye un rumor en las esquinas/ que anuncia que va a llegar/ el día en que todos los hombres/ juntos podrán caminar./ La guitarra a la mañana /le habló de libertad". A pesar de que en esta canción los teclados de Jesús y la guitarra eléctrica de Antonio Pérez vuelven a tener el papel protagonista, esta vez se une a la fiesta la guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez. Todos ellos, apoyados por la efectiva sección rítmica de Manolo Rosa (bajo) y “Tele” (batería/percusión), crean un sonido nuevo que poco o nada tiene que ver con lo propuesto en “El patio”, su anterior disco.



          Tras “Rumor” encontramos una de las canciones más “King Crimson” del álbum, “Sentimiento de amor”, la cual recuerda a algunas de las canciones más famosas de la banda británica, como “Epitaph” o “In the court of the Crimson King”. Los teclados de Jesús de la Rosa emulan al mellotron de Ian McDonald (primer teclista de King Crimson), creando la atmósfera perfecta para que éste reflexione sobre lo complicado que es resolver el dilema sobre si seguir hacia delante o mirar hacia atrás cuando los sentimientos están por medio, apoyado de manera excepcional por la guitarra flamenca de Eduardo Rodríguez. En el momento más experimental de la canción, los teclados de Jesús son acompañados por la original y metálica percusión de “Tele”, a los que más tarde se unen la guitarra flamenca de Eduardo y la batería, creando uno de los mejores momentos del disco.



         Pero si hablamos de experimentación no podemos dejar de hablar de “Recuerdos de Triana”, sin duda la canción más experimental del álbum. Es una canción compuesta por Juan José Palacios (a diferencia de la mayoría, compuestas por Jesús de la Rosa), en la que él es el principal protagonista, aunque no él único, aportando la batería, la original percusión, los efectos especiales y el moog. Y decimos que no es el único protagonista porque en la parte final del tema aparece la voz de un tal Miguel Ángel Iglesias, en uno de los momentos más fascinantes y originales que yo he podido escuchar en un disco de pop-rock.

          “Hijos del agobio” se grabó en una época en la que aún existía cierta ley del silencio, sobre todo en lo concerniente a ciertos temas políticos e ideológicos. En “Recuerdos de Triana”, la banda utiliza un original instrumento para hacer frente a esta “ley del silencio”, el cual recibe el nombre de “desahogo microfónico”. Como su propio nombre indica, consiste en que el anteriormente citado Miguel Ángel Iglesias se pone delante de un micrófono y se “desahoga”, sacando todo lo que tiene dentro( incluyendo palabras como “ay”, “ozú”, “corasón”, etc...).

          La siguiente canción, “¡Ya está bien!”, incide en el tema de la falta de libertad de expresión planteado de manera tan sutil y original en “Recuerdos de Triana”, pero haciéndolo en este caso de una manera mucho más clara y directa. Un reivindicativo tema en el que no faltan los omnipresentes y atmosféricos teclados de Jesús, pero que está montado a partir de la nerviosa batería de “Tele”, la cual guía a la flamenca, pero potente en este caso, guitarra de Eduardo, y a la guitarra eléctrica de Antonio. Por encima de todos ellos se alza, en este caso, la vehemente y sentida interpretación de Jesús, la cual reclama que alguien le diga la verdad, porque está harto de escuchar mentiras y de que otras personas se crean con derecho a opinar por él, “con elegantes palabras y el gesto duro a la vez”. Jesús reclama su derecho a elegir ( el mismo año en que se celebraron en España las primeras elecciones generales libres en 41 años).



         
          Casi sin solución de continuidad nos encontramos con la siguiente canción, “Necesito”.

          “Necesito” es sin duda una de las canciones musicalmente más ricas del disco, y no tiene nada que envidiar a muchas de las mejores canciones de los más conocidos conjuntos de rock progresivo. De todos modos, desde el principio el punteado flamenco de Eduardo deja claro que lo que propone Triana no es exactamente lo mismo que escuchamos en los discos anglosajones. Tras el punteado, la guitarra eléctrica se une a la fiesta flamenca, con uno de los mejores trabajos de Antonio Pérez en todo el disco, acompañadas ambas por los puntuales resplandores de un luminoso teclado y por el original ritmo de “Tele” a la batería, en el que adquiere un gran protagonismo el charles, mientras Jesús reclama su derecho a saber y a ser libre ( “....necesito agarrarme a la cola del viento para poder volar....”).

          En los mejores compases de la canción los teclados de Jesús vuelven a recuperar su protagonismo, haciendo piruetas en el aire mientras coquetean con la guitarra eléctrica de Antonio Pérez, al mismo tiempo que la guitarra flamenca, el bajo y la batería crean el rail perfecto para que los solos avancen. Rock progresivo del bueno hecho en nuestro país y con identidad propia.



          Aunque para identidad propia la siguiente canción, “Sr. Troncoso”, sin duda la canción más “flamenca” del disco ( y la que más gustará a los fans de "El último de la fila"). Jesús de la Rosa deja de lado los teclados y se arma con una guitarra flamenca para hablarnoscon todo el respeto del mundo, sobre un paria, un perdedor, una persona invisible de ésas a las que nadie suele dedicar canciones. Una persona muy parecida a todas ésas que han perdido casi todo durante esta terrible crisis que, al contrario de lo que repiten cada día ciertas personas en los medios de comunicación, seguimos padeciendo en España. De todos modos, la canción deja abierta la puerta de la esperanza: “...sigues luchando y podrás lograr al fin tu ser.....”

          A medida que el tema va llegando a su fin, éste va cogiendo fuerza y aumentando su tempo progresivamente, brindando otro de los grandes momentos del disco, con la guitarra eléctrica haciendo un gran solo mientras es animada por las palmas y las guitarras flamencas. También es de destacar el sutil sonido de unas campanas que se extiende por toda la canción en momentos puntuales y muy acertados.



          El broche de oro a un disco tan interesante como éste lo pone otra gran canción que simboliza un canto de esperanza, “Del crepúsculo lento nacerá el rocío”. El intérprete del tema es en este caso el guitarrista Eduardo Rodríguez Rodway (que también es su autor), el cual canta con una voz tan flamenca como la guitarra de Enrique Carmona (guitarrista que colabora realizando la introducción del tema). Una voz llena de sentimiento que nos habla de esperanza nacida en la lucha.

          Tras la introducción de Enrique Carmona, el gong de “Tele” nos anuncia el comienzo de la canción. Los primeros compases del tema conservan aún la esencia flamenca, con la voz y la guitarra de Eduardo. Pero, poco a poco, la canción va evolucionando hacia terrenos progresivos, con la batería, la guitarra eléctrica y los teclados trasladándonos hacia enclaves que recuerdan más a los desvaríos psicodélico-jazzísticos de King Crimson en “21st century schizoid man” (1969), mientras que, por otra parte, la guitarra flamenca de Eduardo le da un toque muy original al conjunto. Puro rock progresivo con raíces hispanas.



         Un gran final para un gran disco.

         Un disco muy diferente a “El patio” (1975), con canciones más cortas, mayor protagonismo de los teclados y la guitarra eléctrica (en detrimento de la guitarra flamenca) y unas letras mucho más apegadas a la realidad. Pero también un disco que resiste cualquier comparación con su predecesor y que merece ser escuchado, porque, desgraciadamente, el agobio claustrofóbico de “Hijos del agobio” sigue estando de absoluta actualidad.


                             
                                Pep Vinilo





Fuentes:

-lafonoteca.net
-Domínguez, Salvador; Bienvenido Mr. Rock, SGAE, 2002.

Imágenes:

-Youtube
-Colección particular del autor a partir de las portadas de las reediciones en cd de los discos "El patio" e "Hijos del agobio", de la banda Triana, publicadas en 2002 por Dro East West S.A.







No hay comentarios:

Publicar un comentario