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domingo, 14 de julio de 2013

DEMASIADO SENSIBLE


          Todos hemos conocido a alguna de esas personas. Personas que parecen tener la piel más fina que las demás. Personas que tienen una sensibilidad especial para captar todo lo que ocurre a su alrededor, pero a las que, por otro lado, afectan mucho más las afrentas cotidianas. Personas, en cierta manera, excepcionalmente vulnerables.

El protagonista de nuestro artículo, Nick Drake, era una de esas personas.

Aunque nació en una familia sin demasiados problemas económicos, su vida no fue un camino de rosas.

       Una de sus grandes tragedias fue quizás el no poder conectar con la gente, ya que era un introvertido patológico. Tampoco se le conoce ninguna relación sentimental seria en sus 26 años de vida.

       Pero, probablemente, su mayor frustración fue no ser reconocido por su música. No creo que le importara demasiado llegar a ser una superestrella, pero él estaba convencido de que tenía algo importante qué decir y no estaba llegando a la gente.

 El descubrimiento de las causas por las cuales sus discos se vendieron tan poco en aquella época requeriría de una investigación mucho más exhaustiva, pero a modo de ejemplo sería pertinente indicar que, a causa de su timidez, Nick Drake no solía conceder entrevistas promocionales, y que poco a poco fue abandonando las actuaciones en directo, probablemente por estar cansado de tocar en bares donde la gente no le prestaba ningún tipo de atención, mientras él deshacía su coraza y enseñaba sus heridas más profundas sobre el escenario.

De todos modos, no hay mejor ejemplo para ilustrar la timidez de Drake que narrar como su último disco, “Pink Moon”, llegó a su discográfica, Island records. Drake grabó durante dos noches el disco, junto a su ingeniero de sonido, y sin decir palabra dejó la cinta máster en la recepción del edificio de la discográfica. Afortunadamente nadie tiró la cinta a la basura, y días más tarde encontraron la obra maestra entre papeles.

Por otro lado, también habría que tener en cuenta que en la época en la que Drake grabó sus discos otros grandes músicos que, en cierta manera, eran su competencia  natural, como Van Morrison, Neil Young, Leonard Cohen, Joni Mitchell, Jackson Browne, Don Mclean, Cat Stevens, Carole King, Tim Buckley o James Taylor, estaban grabando sus mejores obras, por lo que, probablemente, su público objetivo andaba ya bastante bien servido con obras mucho más accesibles.

En cualquier caso, independientemente del reconocimiento que tuvieran en su época los discos de Drake, poco a poco el tiempo los ha ido poniendo en su sitio, y cada vez  hay más personas que disfrutan de la obra del genial músico.

Nicholas Rodney Drake nació el 19 de junio de 1948 en Rangún, Birmania, donde residían sus padres y su hermana mayor, Gabrielle, por motivos laborales. Dos años más tarde regresaron a Inglaterra, al condado de Far Leys.

Desde muy pequeño Nick estuvo rodeado de música, ya que tanto su padre como su madre tenían especial interés por ella y compusieron algunas canciones.
Escuchando interpretar estas canciones a su madre, Molly Drake, en grabaciones caseras que se han podido conseguir hace poco, se puede rastrear perfectamente el origen de la personal forma de interpretar de Nick.
Su madre fue quizás su mayor influencia.



En la escuela, Nick aprendió a tocar el piano, el clarinete y el saxofón, y ya en 1964 formó una banda con los amigos del colegio, en la que tocaban covers de jazz y de grupos de pop británico, como los Yardbirds. Este interés por la música era compartido por entonces con el deporte, que no se le daba del todo mal.

Poco a poco el rendimiento académico de Nick se fue deteriorando, al mismo tiempo que su interés por la música aumentaba. En 1965 se compró su primera guitarra acústica, con la que ya por entonces empezó a experimentar con diferentes técnicas de afinación.

En 1966 consiguió una beca para estudiar literatura inglesa en Cambridge.  Pese a que en la Universidad valoraban mucho a los estudiantes que practicaban deporte y pertenecían a sus equipos, para Nick todo esto pasó a un segundo plano, dedicando sus horas de ocio a otras actividades, como fumar cannabis, interpretar y componer sus propias canciones, y escuchar a los músicos de la escena folk inglesa y estadounidense.

Algo más tarde, en 1968, Nick comenzó a actuar en algunos clubes londinenses. Fue por entonces cuando, en una de esas actuaciones, causó una gran impresión al bajista de Fairport Covention, Ashley Hutchings. Éste le presentó a su productor, Joe Boyd, el cual estaba trabajando con algunos de los mejores músicos folk británicos y tenía un contrato con Island records. Tras escuchar una demo casera de Drake, Boyd le ofreció un contrato.
                                                                                                         
El primer disco de Nick Drake, “Five leaves left”, se terminó de grabar en 1969.

“Five leaves left” no parece una ópera prima, sino la obra de un músico consagrado. Está repleto de matices,y tiene una altísima calidad musical.

Pese a que otros instrumentos, como el bajo de Danny Thompson (Pentangle), el chelo de Clare Lowther, el piano de Paul Harris, el vibráfono de Tristam Fry, las congas de Rocki Dzidzornu o la guitarra eléctrica de Richard Thompson (Fairport Convention), dotan de una tremenda riqueza sonora al conjunto, los verdaderos protagonistas del disco son la voz susurrante ,cercana, de Drake, sus guitarras, y los arreglos de cuerda de Robert Kirby, que acompañan en su viaje a “chicas que dejaron sus pensamientos en un mundo extraño” y a “chicos que viven en cobertizos y sueñan con besar a la chica rica que vive en la casa de al lado”.
En este disco, Drake es capaz de ser virtuoso y crear originales y complejos arpegios con su guitarra. Pero, al mismo tiempo, prefiere quedarse en un segundo plano en algunos temas, como en “River man”, donde los arreglos de cuerda de Harry Robinson (músico que sólo colabora en este tema) cobran protagonismo, mientras su repetitiva guitarra y su voz fluyen como el agua que recorre el curso de un río.

En cuanto a Robert Kirby, sus arreglos dotan de una personalidad inconfundible al disco, y se adaptan perfectamente a las melodías y letras otoñales de Drake.

No contento con el primer arreglista impuesto por la compañía, Richard Hewson, por sonar demasiado convencional y alejado de su estilo, Drake recomendó a un estudiante de música amigo suyo, Robert Kirby, sin apenas experiencia previa.

Kirby  había conocido a Nick en Cambridge, y había colaborado anteriormente en algunas actuaciones que el músico había realizado en una biblioteca de la universidad, componiendo arreglos de cuerda para sus canciones, que luego interpretaban 8 músicos recomendados por él mismo.

El tiempo ha puesto sobre la mesa lo acertado de la decisión de elegir a Kirby para realizar los arreglos, los cuales impregnan los dos primeros discos de Drake de una melancólica belleza y son parte esencial de su sonido.




          Quizás el mejor ejemplo de la equilibrada armonía que se da en este disco entre las guitarras de Drake y los arreglos de Kirby son canciones como“Day is done”, “The thoughts of Mary Jane” o “Fruit tree”, sin duda tres de las mejores que el artista grabó en su corta carrera. De esta última merece especial atención su letra, que hoy se nos antoja fatalmente profética: “La fama es como un árbol frutal/ así de inestable./ Nunca puede florecer/ hasta que el tronco está bajo tierra.”

Pese a ser una absoluta obra maestra, “Five leaves left” no fue bien promocionado y apenas hubo reseñas en la prensa especializada, por lo que se vendió muy poco.

Pese a esta mala experiencia, Drake abandonó sus estudios de literatura inglesa en Cambridge,  antes de graduarse, y en 1969 partió a Londres para dedicarse de lleno a la música. Seguía estando convencido de que tenía mucho que decir.

En 1970 salió a la venta su segundo álbum, “Bryter Layter”.

Observando el sonoro fracaso de su primer disco, el productor Joe Boyd decidió ponerse manos a la obra con la intención de sacar de su chistera un sonido más accesible.
Para ello contrató a dos percusionistas, Dave Mattacks ,de Fairport Convention, y Mike Kowalski, así como a otra media docena de músicos, con el objetivo de dar más color a la música y hacerla más digerible, endulzando un poco la solemnidad de las canciones de Drake.

El disco se abre con una instrumental de acertado nombre, titulada simplemente “Introduction”, la cuál sigue prácticamente la receta utilizada en “Five leaves left”, guitarras de Drake y arreglos de cuerda de Kirby.

Pero a partir de la segunda canción se obra el milagro. La música atesora todo lo bueno del primer disco, pero mejorado. "Hazey Jane II", por ejemplo, podría ser una canción de radiofórmula, con sus metales, su batería y los punteos eléctricos de Richard Thompson. Quizás lo más comercial que Drake hizo nunca. Por el contrario “At the chime of a city clock” es casi un blues con toques de jazz, en el que Nick nos cuenta lo solo que se siente en Londres, acompañado del extraordinario trabajo al saxo alto de Ray Warleigh y de uno de los arreglos más tristes y a la vez más bellos de Kirby.

           Las canciones se van sucediendo y los aciertos en los arreglos y en las incorporaciones van dando la razón a Boyd: One of  these things first”, con el piano saltarín y jazz de Paul Harris flirteando con la guitarra de Drake, “Northern Sky” y “Fly”, con los teclados y la viola  del mismísimo John Cale, y “Sunday”, con la flauta de Ray Warleigh acentuando la demoledora belleza de la canción. Y todo acompañado por la inclusión de metales y por una efectiva sección rítmica percusión-bajo, que da mayor dinamismo a los temas.

Comentario aparte merece “Hazey Jane I”, probablemente una de las mejores canciones que grabó Drake. Un halo de misterio envuelve toda la canción, con las guitarras imposibles de Nick y los arreglos con regusto oriental de Kirby (quizás inspirados en la Birmania natal de Drake), acompañados del esencial trabajo de Dave Pegg y Dave  Mattacks, al bajo y a la batería respectivamente, y  de una confusa letra de inefable belleza.
La guinda perfecta a un disco brillante y tremendamente rico en matices musicales, e incluso en estados de ánimo, ya que, pese al tono melancólico general, se puede intuir un  ligero optimismo en canciones como “Hazey Jane II”, “Introduction” y, sobre todo, “Northern Sky”.

       Bola, set y partido. El sonido tiene más calidad, y resulta mucho más digerible, pero sin robar ni un ápice a la tremenda sinceridad de Nick Drake. Todo está preparado para triunfar.

Bryter Layter” tenía todos los ingredientes para ser la obra maestra de cualquier mito de la música popular.

Pero, desgraciadamente, de nuevo el álbum resultó un fracaso, vendiendo menos de 3000 copias. Además, la prensa musical tampoco fue demasiado benévola con él, tachándolo en muchos casos de pretencioso y recargado. Quizás la crítica más destructiva la hizo el Melody Maker, que lo describió como “una torpe mezcla de folk y cocktail jazz”.

Para colmo de males, no demasiado tiempo más tarde Joe Boyd abandonó Island records en dirección a Los Ángeles, con el objetivo de dedicarse a crear bandas sonoras.
Esto, unido a la poca aceptación del nuevo álbum, fue la puntilla para Drake, que cayó en una profunda depresión, perdido y solo en Londres.

Tras ser convencido por su familia, visitó a un psiquiatra, que le recetó unos antidepresivos que Drake tomaba con mucha incomodidad y vergüenza. Hay que aclarar también que, aunque Drake consumía cannabis desde sus tiempos en Cambridge (el título de su primer álbum fue extraído del papel de fumar Rizzla [por no hablar del título de la canción "The thoughts of Mary Jane"]), su consumo aumentó considerablemente por aquella época, mezclando en muchos casos su ingesta con la de los antidepresivos y otras drogas.

Los que tuvieron contacto con el Nick Drake de entonces hablan de una persona destrozada, alejada cada vez más de su familia y amigos, que hablaba con monosílabos, y que en los conciertos tenía por costumbre abandonar  el escenario dejando las canciones a medias.
Nadie esperaba que Nick pudiera volver a grabar, y su discográfica era lo último que deseaba después del desastroso resultado comercial de los dos primeros discos.

Y ésta era la situación cuando, en octubre de 1971, el artista decidió encerrarse durante dos noches en el estudio Sound Techniques de Londres, con su ingeniero de sonido John Wood, para grabar su nuevo disco, utilizando sólo su susurrante y cercana voz y una guitarra.

No hacía falta ser un genio para no esperar demasiado de aquel nuevo disco.
 Pero nada más lejos de la realidad. “Pink moon” es un disco de otro planeta, el mejor de su carrera para muchos amantes de su música.

Como la luna rosa que da título al disco, sus canciones te acaban atrapando y ninguno de nosotros estamos a la suficiente altura para conseguir librarnos de caer rendidos ante ellas, quizás porque todos nosotros somos realmente muy parecidos, aunque siempre queramos ser originales, y cuando una persona se desnuda emocionalmente de la manera tan hermosa en la que Drake lo hace en este disco es imposible escapar. Porque, como decía una canción de “El niño gusano”, “ninguno de nosotros estamos hechos con frío”.

Ante nuestros oídos van surgiendo diferentes personajes a medida que vamos escuchando las canciones: El viejo que se enfrenta cara a cara con la verdad colgando de la puerta, el joven que busca un lugar en el que estar, el músico y el amante que no entienden por qué no les eligen, el tímido que quiere aprender a volar, el parásito de la ciudad y la guitarra que se arrastran, el piano que acompaña a la luna rosa, el guitarrista virtuoso, y también el que toca con rabia contenida, la persona que ya no está, y la que cae rápida y libremente, y las mañanas, que tiñen todo de colores.

Todo esto, y mucho más, es Nick Drake en el disco.
Sólo hay que escuchar “Horn” para entender que éste no es un disco convencional, y que sobran las palabras cuando se puede decir tanto con tan poco.

Aunque el disco, milagrosamente, acabó publicándose, y recibió buenas críticas de algunos medios, se vendió aún menos que el anterior entre una juventud que prefería escuchar a “Ziggy Stardust” o  a  Deep Purple.

Nick lo había dado todo. Había despojado sus canciones de adornos y se había vaciado, confiando en que así los demás pudieran llegar a comprenderle. Pero no había dado resultado. Seguía siendo invisible.

           Y ahora se había quedado sin canciones.

A partir de ese momento su vida fue en pendiente, dejando prácticamente la música y volviendo a casa de sus padres, donde su depresión y su aislamiento se fueron agravando poco a poco.

De todos modos, aún tuvo tiempo de grabar varios temas en 1974 , con su antiguo productor Joe Boyd, antes de fallecer el 25 de noviembre de ese mismo año por una sobredosis de amitriptilina, un antidepresivo que solía utilizar...

...Casi 40 años han pasado desde aquel día, y ahora por fin Nick Drake ha encontrado un lugar en el que estar. Sus discos son alabados en libros y revistas especializadas, sus canciones protagonizan anuncios de coches, y grandes músicos, de la talla de Peter Buck, Robert Smith, Tom Verlaine o Paul Weller, reconocen su influencia. 

Y poco a poco, casi de puntillas, su sincera epidemia emocional va extendiéndose por el mundo, conquistando hogares, ablandándonos la piel, dejándonos sin defensas.

Porque, ¿quién puede resistirse a “Sunday”?




                                                                                                                                                                                                           Pep Vinilo




            P.D.: El lector habrá observado que en este artículo hemos puesto nuestro punto de mira fundamentalmente en el sonido de los discos y hemos pasado un poco de soslayo por las letras de las canciones.


            Esto no se debe a que consideremos que el sonido de las canciones de Drake sea más importante que sus letras, sino quizás a todo lo contrario. Para hacer un buen análisis sobre sus letras hubiéramos necesitado, al menos, un artículo del mismo tamaño que éste, ya que son una parte fundamental de su obra.


            Por ello, para no caer en el “quien mucho abarca poco aprieta”, hemos preferido centrarnos en el sonido, que también nos parece digno de análisis por su originalidad, aunque no descartamos realizar una segunda parte dedicada a las letras.


            De todos modos, tenemos claro que esta división es totalmente absurda, ya que sonido y letras van indisolublemente unidas. Por esta razón, el que escribe estas líneas recomienda disfrutar de la experiencia de escuchar sus canciones mientras que se hace una lectura de sus letras, las cuales se pueden encontrar tanto en inglés como traducidas al castellano en la fantástica web dedicada al músico www.lalunarosa.com.



            Espero que disfruten de la experiencia tanto como yo.



       Fuentes: -Wikipedia.
             -www.lalunarosa.com
             -“A skin too few: The days of Nick Drake”( J. Berkvens).2000.
     
       Imágenes: Colección particular del autor.
           












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