En este país, en el que
elevamos al olimpo de la música a artistas de la talla de Alejandro Sanz o
David Bisbal, cometemos, a veces, la injusticia de olvidar a otros que, como mínimo, tendrían tanto
derecho a ser reconocidos por su trabajo como los anteriormente mencionados.
Decir que los españoles hemos
olvidado a la cantautora Cecilia sería quizás exagerar un tanto. A la mayoría
de nosotros, al menos a los que ya peinamos alguna cana, nos cuesta bien poco
recordarla con su peculiar manera de vestir, su pelo largo y lacio, su
guitarra, e interpretando algunas de sus canciones más conocidas, como “Un
ramito de violetas”, “Mi querida España” o “Dama, dama”.
Sin embargo, resulta un tanto
difícil de entender el hecho de que sus dos primeros elepés, probablemente los
dos mejores discos de su carrera, no se
hayan reeditado en ningún formato desde el año 94, o el que hasta hace dos años, treinta y cinco después de su muerte, no se haya editado el primer libro dedicado a la vida y obra de la genial
cantautora madrileña (Madrid, José; Equilibrista:
La vida de Cecilia. Editorial ocho y medio, 2011).
En mi opinión, su obra merece más atención, ser parte de nuestro más preciado acervo cultural, no arrinconarla en el trastero del olvido, porque, además de su gran valor musical, retrata como pocas la sociedad de su tiempo, o al menos a un sector de la sociedad que Cecilia conoció muy bien, la sociedad burguesa.
Acostumbrados como estamos, con las prisas de hoy en
día, a etiquetar todo para poder guardarlo mejor en el armario de nuestros
recuerdos, han sido muchos los que han etiquetado la música de Cecilia como
canción ligera, equiparándola a la de
otros artistas como Nino Bravo o Julio Iglesias. Sin restar mérito a la obra de
estos dos intérpretes, opino que la música de Cecilia poco tiene que
ver con todo esto.
Ella era capaz de contar historias con la
sensibilidad y la poesía de Serrat, ser
tan irónica y mordaz como Dylan, y
sonar tan pop como los Beatles. Y, además, era mujer, lo cual le permitía
añadir ese toque feminista, que no
sexista, que tan originales hacía a algunas de sus mejores canciones, como “Me quedaré soltera” o “Llora”.
Infancia y adolescencia
La historia de Evangelina Sobredo Galanes, nombre
real de Cecilia, comienza el 11 de octubre de 1948, en una familia numerosa
burguesa que vivía cerca del palacio de El Pardo, en unas casas adosadas en las
que vivían diplomáticos y otros funcionarios del generalísimo. Sin duda era uno
de los mejores lugares para nacer en aquella posguerra española llena de
miseria y cartillas de racionamiento.
Su padre, José Ramón Sobredo, se había licenciado en
derecho y, más tarde, había ingresado en la armada, convirtiéndose en el
Oficial de intendencia del que se había enamorado su madre, María Dolores
Galanes. Tiempo después, en 1942, había conseguido el cargo de diplomático del
estado español, por medio de unas
oposiciones.
A consecuencia de dicho cargo, la familia
Sobredo-Galanes se vio forzada a vivir varios años en el extranjero.
Abandonaron el país cuando Eva (diminutivo de Evangelina con el que la solían
conocer) contaba con tan sólo tres años, en 1951, y pasaron los siguientes 18
viviendo en diferentes países (Inglaterra, USA, Portugal y Jordania), hasta su
regreso en 1969. Este periplo nómada sería parte fundamental del aprendizaje
vital de la artista y se vería reflejado en su posterior obra, además de
aportarle una tremenda riqueza intelectual.
El primer destino fue Southampton, en el sur de Inglaterra.
Allí, en un ambiente campestre, sus hermanos mayores comenzaron a tomar sus
primeras clases de piano. Su padre había heredado el interés por la música de
su abuelo, Luis Sobredo, el cual había sido una especie de niño prodigio, que a
los seis años ya había dado sus primeros conciertos. Sin embargo, a Eva no le
preocupaban demasiado las notas y los intervalos y, como reflejó más tarde
magistralmente en su canción “Mi pobre piano”, no estaba muy interesaba en
aprender a tocar ese instrumento de frías teclas. A ella siempre le llamó más
la atención una guitarra que de vez en cuando tocaba su madre.
Por ello no es de extrañar que años más tarde, en
Filadelfia, comenzara a practicar con una guitarra que su padre había regalado
a su madre. Era el final de la década de los 50 y, gracias a una amiga
irlandesa, Eva comenzó a escuchar a las estrellas del rock and roll, como Elvis o Ricky Nelson, así como a músicos de blues y soul, como Ray Charles, intentando imitar sus sonidos.
También
fue relevante en su aprendizaje el papel de una monja, maestra del colegio católico en el cual
estudiaba, que le animó a mostrar más interés por la música. Gracias a ella
conocería temas como “We shall overcome”, canción gospel que se convertiría , no
mucho más tarde, en un éxito de la mano de músicos folk como Pete Seeger o Joan
Baez, y que la propia Cecilia versionaría en alguna ocasión durante su carrera.
Tras un breve paso por Lisboa a principios de los
60, donde Eva comenzó a tocar mejor la guitarra y conoció la música de los
Beatles, en 1964 la familia se trasladó a Ammán, la capital de Jordania, donde
José Ramón Sobredo iba a ocupar el cargo de embajador español. Allí Eva daría
sus primeros pasos como artista.
Siendo aún una adolescente, y junto a su amigo Nadim
Gargour, realizó sus primeras actuaciones, en las que generalmente
interpretaban temas de los Rolling Stones y de músicos folk que le empezaban a
interesar especialmente, como Bob Dylan o Joan Baez. También
fue el momento en el que empezó a escribir sus primeras canciones, las cuales
le parecían de tan ínfima calidad que no las interpretaba delante de nadie.
Pero la estancia en Jordania no sólo fue importante
desde el punto de vista de su evolución musical. Algunas experiencias le
marcarían de por vida, como la vivencia de la Guerra de los seis días en el verano
del 67, mientras en San Francisco se vivía el verano del amor. Allí Eva tuvo
cierto contacto con las víctimas y aprendió a odiar las guerras, tema que
reflejaría en algunas de sus canciones.
Regreso a España
En 1969 Eva y su familia retornaron a España y se
instalaron en Madrid, en el barrio de Salamanca. Gracias a su interés por la
guitarra, su padre había conseguido lo que al principio parecía una quimera:
que Eva se interesara por la música. Tal era este interés que comunicó a su
familia que quería estudiar en un conservatorio. Pero José Ramón consideraba
que había otras cosas mucho más importantes que la música, y acabó convenciendo a su
hija para que siguiera sus pasos y estudiase Derecho.
Como muy acertadamente apunta José Madrid en su
magnífico libro dedicado a la artista, la Eva que empezó a estudiar derecho en
la complutense era una extraterrestre, no solamente por su original forma de
vestir, más parecida a una hippie de San Francisco que a una chica española de
su época, sino, sobre todo, por su manera de pensar, en medio de aquella
España, y aquel Madrid, que se modernizaban a paso de tortuga, y que apenas
conocía.
Pese al tiempo que pasaba estudiando, Eva no
abandonó del todo la música. Comenzó dando sus primeros conciertos en colegios
mayores y en la universidad, hasta que hacia el verano del 69 conoció a una
de las personas más importantes en su carrera profesional: Joaquín Díaz. El
folclorista y músico zamorano trabajaba en la revista Mundo Joven,
semanario dedicado a la música en el que también colaboraban nombres tan
conocidos como José María Íñigo. Eva, asidua lectora del semanario, escribió
una carta a Joaquín hablándole acerca de sus intereses y su carrera musical. Pronto
esa primera carta se convirtió en una gran amistad.
Joaquín Díaz sería el mentor musical de Eva. Gracias
a él comenzó a frecuentar nuevos ambientes junto a personas más parecidas a
ella, preocupadas por la cultura y la renovación del antiguo régimen político.
Aquellas largas reuniones eran también una excusa para poder interpretar las
canciones que componía delante de un público más afín a sus ideas. De aquella
época son canciones tan conocidas como “Señor y dueño” o “Dama,dama”.
También llegaron pronto las primeras presentaciones en
radio y, en general, un aumento de los recitales, que ya no se limitaban tan
sólo a actuaciones en colegios mayores y en la universidad.
En 1970 Joaquín Díaz le presentó a Julio Seijas, que
acabaría siendo un gran amigo y parte fundamental del sonido de su primer LP, y
a Nacho Saénz de Tejada, el cual había sido guitarrista de uno de los primeros
conjuntos folk de este país, “Nuestro pequeño mundo”, que había triunfado con
su versión del espiritual estadounidense “Sinner man”. Ambos músicos estaban buscando
a una cantante para crear una versión española del conjunto de folk británico
Pentangle. Eva les encantó como persona y además podía cantar en inglés, lo
cual era perfecto para el estilo del grupo.
Y así fue como nació el grupo Expresión. Por medio de
Joaquín Díaz y sus contactos con la discográfica Movieplay, consiguieron grabar
un single ese mismo año, que al final nada tuvo que ver con el estilo de
Pentangle, compuesto por las canciones “Try to catch the sun” y “Have you ever
had a blue day?”. La primera es un original maridaje entre el folk
estadounidense y la psicodelia de
grupos como Jefferson Airplane, mientras que la segunda es un blues cantado al
estilo de Bob Dylan. En este disco podemos apreciar también la influencia que la cantautora norteamericana Melanie Safka, muy en boga por entonces, ejerció sobre la manera de cantar de Cecilia.
El single pasó sin pena ni gloria, mientras que en
las listas españolas arrasaba “Un rayo de sol” de Los diablos.
No mucho más tarde el grupo se disolvió, después del
desastre comercial del primer disco y de la salida de Nacho Saénz de Tejada,
que buscaba hacer otro tipo de cosas.También fue por aquella época cuando Eva
rompió la relación de amistad con su mentor, Joaquín Díaz.
La carrera musical de Evangelina no pasaba por su mejor momento.
Pero, de la noche a la mañana, llegó un golpe de suerte. Julio Seijas, que
no había abandonado a Eva y seguía tocando con ella, consiguió contactar con Juan Martínez Mestres, productor musical con el que había colaborado en su labor de guitarrista de estudio, el cual
trabajaba en ese momento para la recién estrenada filial española de la
discográfica Columbia, la CBS. Éste vio posibilidades en aquel proyecto, pero
sólo contratando a Eva como solista, por lo que a Julio Seijas no le quedó más
remedio que embarcarse en otros proyectos, como el grupo La compañía o
Aguaviva.
En 1971 salió al mercado el primer single con CBS.
La compañía eligió como nombre artístico el de una canción del último disco de
Simon y Garfunkel, "Cecilia", ya que Eva ya estaba registrado por una cantante de
chotis. Ella hubiera preferido utilizar su nombre, pero tampoco le desagradó la
idea, ya que era una gran fan de la música del autor de “Flowers never bend with the rainfall”.
El single estaba compuesto por las canciones "Mañana" y "Reuníos". Lo más interesante de este single es la segunda canción, la cual
transita entre el pop más psicodélico y el jazz, muy original para la España de
la época, y cuya letra aboga por la
vuelta de los Beatles. Los arreglos son obra de Juan Martínez Mestres y de Rafael Pérez Botija, que más tarde
trabajaría con Pablo Abraira.
El single apenas se vendió, aunque tuvo cierta
repercusión en radio. De todos modos, la compañía siguió confiando en ella.
Cecilia era un raro espécimen dentro de la música española, una cantautora que
poco tenía que ver con los cantautores de influencia francesa que triunfaban en
España, como Serrat o Mari Trini, ni
tampoco con el folk de gente como Pic-Nic o Mocedades. Aquello era diferente y debía de tener su mercado.
El
disco del guante de boxeo
No mucho tiempo más tarde, la compañía discográfica decidió comenzar la grabación de un
primer LP. Tomás Muñoz, fundador de CBS, quería que los arreglos del disco
corrieran a cargo de Alain Milhaud, afamado productor francés clave en las carreras de
grupos como Los Bravos o Los Canarios. Sin embargo, tras la negativa de éste,
la compañía eligió a Juan Carlos Calderón. El compositor, productor y
arreglista cántabro había comenzado tocando jazz, pero poco a poco se había
decantado por el mundo de la composición y la producción, realizando un
excelente trabajo para gente como Mocedades o Nino Bravo. Mención especial
merecen los arreglos que, junto a Gian Piero Reverberi y Antoni Ros-Marbà, había realizado para el disco Mediterráneo (1971), de Joan Manuel Serrat, los cuales han pasado a ocupar un lugar destacado en la historia de la música de este país.
De todos modos, aunque visto a posteriori hay que reconocer que Calderón hizo un gran trabajo en este disco, por otro lado podemos plantearnos si a priori era la persona más adecuada para realizar los arreglos de las canciones de una artista como Cecilia. Quizás se podría haber esperado algo diferente de CBS, filial española de la Columbia norteamericana en la que productores de talento, como Bob Johnston o Gary Usher, habían trabajado en discos esenciales de la música folk, como el "Blonde on Blonde" de Bob Dylan, el "Younger than yesterday " de los Byrds o el "Parsley, sage, rosemary and thyme" de Simon y Garfunkel. Probablemente la mejor elección a la hora de grabar con una artista como ella, que recogía sus influencias anglosajonas y las adaptaba a la España en la que vivía, no era escoger al arreglista de moda de nuestro país. Quizás una producción más internacional, y un disco con más canciones en inglés, podrían haber catapultado la carrera de Cecilia fuera incluso de nuestras fronteras.
Incluso el propio Calderón explica en el libro
“Equilibrista: La vida de Cecilia”, de José Madrid, los problemas con los que
se topó a la hora de componer los arreglos: “Todos los tempos de las canciones
me parecieron un poco atropellados.....Yo hice los arreglos que yo creí que
eran convenientes pero, claro, estaba todo tocado de una forma acelerada”.
En cualquier caso, una posible explicación a esta situación la podemos encontrar en el libro "Bienvenido Mr. Rock" de Salvador Domínguez, una fenomenal guía dedicada a los grupos hispanos que surgieron entre 1957 y 1975. El autor cuenta una anécdota que a él mismo le ocurrió con CBS en 1973. Acababa de dejar a Los Canarios y había montado una nueva banda, por lo que fue a ver a Manolo Díaz, que por entonces trabajaba en la división de CBS encargada del descubrimiento y contratación de nuevos artistas, con la intención de que escuchara su nueva maqueta. Manolo Díaz le felicitó por su trabajo, pero le espetó que en CBS ya tenían a gente que hacía lo mismo que él, como Jeff Beck o Johnny Winter, y le dijo, con toda la sinceridad del mundo, que o hacía la música que requería el país o se largaba fuera de España a ver lo que pasaba. Salvador optó por la segunda opción.
Quizás CBS prefería dar a la música de Cecilia un enfoque menos internacional, perdiendo en parte su seña de identidad folk y su originalidad, pero consiguiendo un mayor volumen de ventas dentro de nuestro país y en Latinoamérica.
En cualquier caso, una posible explicación a esta situación la podemos encontrar en el libro "Bienvenido Mr. Rock" de Salvador Domínguez, una fenomenal guía dedicada a los grupos hispanos que surgieron entre 1957 y 1975. El autor cuenta una anécdota que a él mismo le ocurrió con CBS en 1973. Acababa de dejar a Los Canarios y había montado una nueva banda, por lo que fue a ver a Manolo Díaz, que por entonces trabajaba en la división de CBS encargada del descubrimiento y contratación de nuevos artistas, con la intención de que escuchara su nueva maqueta. Manolo Díaz le felicitó por su trabajo, pero le espetó que en CBS ya tenían a gente que hacía lo mismo que él, como Jeff Beck o Johnny Winter, y le dijo, con toda la sinceridad del mundo, que o hacía la música que requería el país o se largaba fuera de España a ver lo que pasaba. Salvador optó por la segunda opción.
Quizás CBS prefería dar a la música de Cecilia un enfoque menos internacional, perdiendo en parte su seña de identidad folk y su originalidad, pero consiguiendo un mayor volumen de ventas dentro de nuestro país y en Latinoamérica.
Por otro lado, también el proceso de grabación fue
un tanto complejo. En principio la idea era partir de unas maquetas que habían
grabado Seijas y Cecilia, antes de fichar por CBS, y crear unas nuevas versiones de las canciones con nuevos músicos.
Sin embargo, el productor, José Luis de Carlos, opinaba que la guitarra de
Seijas era básica para el sonido de las canciones, así que decidieron ficharlo
para la grabación, haciendo una nueva grabación del material de las maquetas. Y
aquí surgió la complejidad del asunto. Primero se grabaron las guitarras de
Seijas y Cecilia, y luego los músicos, comandados por Juan Carlos Calderón,
grabaron la sección rítmica y los arreglos orquestales encima. Quizás sea por
este complicado proceso de grabación por lo que a veces uno tiene la sensación
de que, en algunos fragmentos de las canciones, los arreglos se comen a las
guitarras.
De todos modos, el resultado final fue un fantástico
disco, titulado simplemente "Cecilia", publicado en mayo de 1972, la
portada del cual es realmente rompedora. Ideada por el fotógrafo Paco Ontañón,
en ella aparece una desafiante Cecilia, en vaqueros y con un enorme guante de
boxeo en su mano derecha, que mira con cara de niña buena a la cámara. El
contraste es fantástico.
En cuanto al contenido, si musicalmente, como ya se
ha apuntado, el disco pivotaba alrededor de las guitarras folk, de Seijas y
Cecilia, y de las grandilocuentes orquestaciones de Juan Carlos Calderón, desde
el punto de vista lírico dos eran sus temas principales: la crítica a la
burguesía española y el desamor.
La canción más importante del disco es “Dama, dama”,
uno de los primeros temas que la artista
compuso en España. Por medio de un dinámico y contagioso fraseo, y
acompañada de uno de los mejores arreglos que Calderón hizo para el disco,
Cecilia nos introduce en la vida religiosa e hipócrita de una dama burguesa
española, una de las tantas que ella
tuvo oportunidad de conocer dada su posición, extendiendo su crítica a todo el
estrato social al cual ella también pertenecía, pero al que tan poco se quería
parecer.
Otra ingeniosa canción sobre la misma temática es
“Fauna”. Quizás inspirada en “At the zoo”, de Simon y Garfunkel, canción en la
cual los animales de un zoo sorprenden a los visitantes mostrando características
humanas, Cecilia da una vuelta de tuerca, y convierte a los participantes de un
oficio religioso en una iglesia de un barrio bien de Madrid en aves de todo
plumaje, la mayoría de las cuales son fácilmente reconocibles y están llenas de
defectos. Así podemos encontrar: cuervos largos y severos predicando a
pecadores y con aires superiores, cotorras perfumadas, pavos reales desplumados
venidos a menos, urracas encorvadas con cabezas manteladas o buitres que dicen
ser cristianos, pero tiran un poco a paganos.
La tríada sobre la burguesía la completa “Al son del
clarín”, inteligente canción sobre el quevediano tema del poderoso caballero
don dinero, en la que Cecilia cuenta una historia de “amor” basada en engaños
mutuos con el objetivo de ascender de clase social.
El otro tema fundamental, el desamor, viene expresado desde un punto de vista femenino.
En “Fui”, una de las canciones que más dificultades
plantearon a Calderón a la hora de adaptar las orquestaciones, dado su tempo
demasiado acelerado para ser una canción de una cantautora, Cecilia expone el
sufrimiento de una mujer al sentirse sólo mujer objeto( “¿Qué soy yo? Soy
igual que las demás. Una palabra, una noche fingida, y una despedida....”).
En parecidas coordenadas se mueven dos de las canciones
favoritas de Cecilia, “Señor y Dueño” y “Llora”. Esta última es mi favorita del disco, y parece ser
que también lo era para la autora. Aunque Cecilia no estaba demasiado contenta
con los arreglos que se crearon para esta canción, en mi humilde opinión son
unos de los más acertados del disco, ya que no restan ningún protagonismo a la
hermosa tristeza que por sí sola destila la canción, sino que la complementan.
La protagonista del tema es una mujer traicionada y al límite de lo soportable,
pero que también sueña con un futuro mejor. Realmente de lo mejor que hizo la
artista en toda su carrera.
Pero no todas las canciones de este disco tratan
sobre la burguesía o el desamor. Una de las canciones más originales del disco
es “Mi gata luna”, la cual rememora un episodio de la infancia de la artista,
probablemente de cuando vivía en Inglaterra. Una de las cosas que más me gusta
de esta canción son los arreglos, los cuales, recordando vagamente los primeros
discos de Pink Floyd, nos sumergen en esa atmósfera irreal que solemos asociar
a los recuerdos.
Comentario aparte merecen las canciones
interpretadas en inglés, sobre todo “Portraits and pictures” y “Mama don´t you cry”. Éstas no sólo difieren de las demás en el idioma utilizado, sino que
musicalmente también presentan algunas diferencias, destacando el lado más folk
de Cecilia, dando más importancia a las guitarras, y dejando los arreglos en
un segundo plano. También la manera de cantar de Cecilia es algo diferente,
quizás más imperfecta pero destilando una dulce ingenuidad que atrapa al
oyente.
La tercera canción interpretada en inglés, “Lost
little thing”, una oscura versión del “Dear Prudence” de los Beatles, es quizás
uno de los menores aciertos del disco, al igual que “Canción de desamor”, que,
con una compleja estructura y una interesante letra, en mi opinión tampoco está
a la altura de las demás composiciones.
Por último,
mención aparte merece otra de las grandes canciones de este disco, versionada
por artistas como Amaral o El canto del loco, “Nada de nada”. Con una
maravillosa letra, digna de cualquiera de los mejores poetas de nuestro país,
Cecilia nos traslada a esos momentos incómodos, que todos hemos vivido alguna vez, en los cuales nos sentimos inferiores a
los demás, con nuestra autoestima por los suelos. Quizás lo único que puede empañar
un tanto una canción tan hermosa como ésta es que, al menos para el que escribe
estas líneas, los arreglos en este caso no estuvieron a la altura.
Fuere como fuere, el disco tuvo
mucho éxito, y temas como este “Nada de nada” o “Dama, dama” no pararon de
sonar en la radio aquel año. Cecilia se había convertido en un personaje
popular, en cierta manera muy a pesar suyo, ya que era una persona bastante
tímida e introvertida. Fueron muchos los conciertos y los premios que siguieron
a este reconocimiento, lo cual le llevó a dedicarse de lleno a la música y
abandonar definitivamente sus estudios de derecho.
También desde el punto de vista personal 1972 fue un
año muy importante para la artista. Ese año conoció al amor de su vida, Luis
Gómez-Escolar, componente por entonces del grupo folk Aguaviva, valiente
conjunto que se atrevió a recitar en sus canciones poemas de poetas
“prohibidos” en aquella época, como Rafael Alberti, Lorca o Blas de Otero. Su
noviazgo, a diferencia de lo que suele ocurrir hoy con la mayoría de los
famosos, fue llevado con la mayor discreción del mundo.
Pero si 1972 fue el año en el que el trabajo de Cecilia comenzó a disfrutar de reconocimiento, sería en el siguiente 1973, año del asesinato de Carrero Blanco o de la
muerte en accidente de coche del gran Nino Bravo, cuando la artista grabaría su mejor obra.
Si quieres conocer más sobre la obra maestra de Cecilia no te pierdas la segunda parte de este artículo, que publicaremos dentro de muy pocas semanas...Hasta pronto, y gracias por tu interés......
---------------Continuará------------------
Pep Vinilo
Fuentes:
- Madrid, José, Equilibrista: La vida de Cecilia, Madrid, Ocho y Medio, 2011.
- www.cecilianet.com.
- www.lafonoteca.net.
- Wikipedia.
- Domínguez, Salvador, Bienvenido Mr. Rock, SGAE, 2002.
Imágenes:
- Wikimedia commons.
- Colección particular del autor a partir de:
- El libro de José Madrid citado como fuente.
- El disco "Cecilia inédita en concierto" editado por Rama Lama en 2011.
- Youtube.
Pep Vinilo
Fuentes:
- Madrid, José, Equilibrista: La vida de Cecilia, Madrid, Ocho y Medio, 2011.
- www.cecilianet.com.
- www.lafonoteca.net.
- Wikipedia.
- Domínguez, Salvador, Bienvenido Mr. Rock, SGAE, 2002.
Imágenes:
- Wikimedia commons.
- Colección particular del autor a partir de:
- El libro de José Madrid citado como fuente.
- El disco "Cecilia inédita en concierto" editado por Rama Lama en 2011.
- Youtube.
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